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lunes, 24 de enero de 2011

Historia sin final sorprendente.

Fumaba desesperadamente. Tiritaba, no por el viento helado que arremetía contra los que charlaban en la entrada del edificio, sino por las palabras que acababa de escuchar. Su cabeza daba vueltas. Afloraban sentimientos que iban y venían, pero sobre todo desolación, tiritaba de miedo y de desolación.

-“Desgraciadamente hemos de prescindir de sus servicios. Valoramos la encomiable labor realizada durante estos años en la empresa, así como su dedicación y eficiente trabajo, pero son tiempos difíciles y nos vemos obligados a reducir costes para evitar el cierre total”.

Una frase terrible, demoledora… fatal.

Miro la puerta de cristal, aquella que había atravesado cientos de veces y que ahora se le antojaba extraña. Luego recorrió con la vista la fachada del edificio hasta llegar a la doceava planta. Se detuvo en la ventana de cristal del que hasta hoy había sido su despacho. Luego apuró el cigarrillo, lo tiró al suelo y levantándose la solapa del abrigo se dirigió hacia el metro.

Durante unos instantes su silueta fue reconocible. Tenía una peculiar forma de andar, como a saltitos. Después… después se perdió entre la multitud y pasó a ser uno más.