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sábado, 8 de enero de 2011

Salina San Vicente


En este nuestro mundo, frenético y alocado, los cambios se suceden vertiginosamente y casi no alcanzamos a asimilarlos. Por eso es sumamente gratificante visitar lugares en los que el tiempo parece ralentizarse y en los que las cosas cambian muy despacio o no cambian. Estoy en San Fernando, Cadiz, donde Manolo me cuenta la dinámica de obtención de la sal, los esteros, los cristalizadores,.. ¡El proceso no ha cambiado prácticamente nada desde los romanos! En sus palabras hay mucha experiencia y en sus ojos emoción al mirar el enorme montón blanco que hay frente a nosotros. Toda una vida dedicada a la sal.

Seguimos caminando y encontramos a dos operarios que recogen muy despacio la corteza superior ya solidificada de la que saldrá la flor de sal. Un proceso minucioso, lento y por supuesto manual.

La siguiente generación viene pisando fuerte con nuevas ideas: la sal de hielo, un magnífico restaurante, innovaciones culinarias... avances necesarios porque la competencia de la industria es dura y los procesos artesanales no están justamente valorados. Una pena.

Según cuenta Estrabon (III,5,11) los fenicios de Gadir intercambiaban plomo y estaño por sal con las Cassiterides. Sobrecoge pensar que estoy contemplando el mismo proceso en el mismo lugar en el que se producían esas transacciones varios milenios atrás.