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sábado, 30 de abril de 2011

La montaña blanca.

Retiró muy despacio la maleza y se asomó con cuidado para no ser visto. Allí estaba, tal y como le había dicho Maley, un enorme y blanco montón de… ¿de qué? ¿Qué sería aquella montaña blanca que estaba al lado de la cabaña? Jamás en sus siete años había visto algo así.

Tendría que conformarse con imaginar su contenido porque era absolutamente imposible acercarse sin ser visto por el guarda.
Pasaron varios días. Tras la escuela y sin fallar ni uno sólo se acercó a ver “la montaña blanca”. Preguntó a todo el que conocía, pero nadie supo satisfacer su curiosidad, era “un secreto”.

Un buen día el blanco enigma desapareció, pero Jazí nunca pudo olvidar el asunto.

Años mas tarde, ya graduado y siendo todo un ingeniero industrial tuvo que viajar al sur y hacer una inspección en unas salinas. Creyó entonces haber descubierto la solución al enigma de su niñez, pero no, aquello no era sal, aquello era...

Bueno, no lo diré para no estropear el final.

lunes, 25 de abril de 2011

Propósito de enmienda.


Estos días he pasado horas mirando las brasas de la chimenea. La incesante lluvia no me ha permitido hacer nada de lo que tenía pensado, de modo que he perdido todo el tiempo posible dormitando de un sofá a otro y fijándome en aquello que generalmente me pasa desapercibido.
 ¿Tiempo perdido? Sí, seguramente. Pero ese estado de sopor mantenido tiene curiosos efectos en los pensamientos. Sin querer hacer aquí una disquisición reflexiva sobre el sentido de nuestras vidas, es cierto que tener tiempo de sobra para pensar hace que se tuerza la realidad y se muestre diferente a nuestros ojos. Analizamos nuestro comportamiento diario en busca de aquello que hacemos mal, nos llenamos de propósitos de enmienda y  urge la realización de nuevos proyectos, de nuevas relaciones, de otra forma de comportamiento con nuestros seres queridos y con los no queridos.

Pero un buen día deja de llover y de nuevo sale el sol.

lunes, 4 de abril de 2011

Paseo dominical.

Desde el puente de madera el agua parece un espejo. El sol, interrumpido en algunos tramos por la sombra de los árboles, pugna por atravesar la superficie y llevar la luz y el calor hasta el fondo del pequeño estanque y en su interior la vida se adivina por las pequeñas burbujas que emergen rítmicamente.


Bonito tema para un apunte, de modo que busco el punto de vista mas adecuado, saco el bloc y las acuarelas y me pongo manos a la obra.

Unos trazos de lápiz aquí y allá y ya esta encajado, ahora a pintar.

Media hora y ya esta listo, no lo toco mas. El simpático viejecito que me ha estado ayudando con sus consejos también lo da por terminado, de modo que recojo el material y continúo el paseo.

Podría haber sido así, pero la verdad es que está pintado en casa a partir de una foto que hice aquel día del verano pasado.

¡Que ganas tengo de que llegue el buen tiempo!