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martes, 22 de abril de 2014

La puerta


Al llegar al Puente del Molino Romero se detuvo para descansar un rato. El paraje estaba precioso.
Hierba, árboles  y flores pugnaban por ofrecer los contrastes más vivos de color. El agua rugía bajo el arco de piedra y formaba una pequeña y  ruidosa catarata.

Al mirar hacia atrás se topó de nuevo con aquella semiderruida construcción  de troncos.  Ya la había dibujado en otra ocasión, pero aun así sacó el bloc y el lápiz. Buscó un buen encuadre y comenzó.

Diez minutos después ya había terminado. ¡No ha quedado mal!

Guardó los bártulos y retomó el camino. Los pájaros estaban especialmente activos, sus trinos se mezclaban en un concierto caótico, pero agradable.

El camino se iba estrechando hasta que la maleza apenas le permitía pasar.
Por fin divisó su destino: al fondo, tras una pequeña subida, una puerta enrejada roja y unos pilares blancos.
Tras buscar una piedra suficientemente grande para sentarse en ella la colocó, sacó las acuarelas y la botella de agua, el bloc, los pinceles, el papel secante y la inspiración.


Fue un bonito  día.